Hay gente que se muere cuando quiere
Hay personas que fallecen a causa de un trágico accidente o de una trágica enfermedad. Nunca sabremos por qué, a esas personas, les toca marchar tan pronto y de manera tan repentina. Hay otras que fallecen ancianas, pese a sus aparentes ganas de vivir hasta el último momento. Y hay otro grupo de personas que se mueren “de viejas”. Antes se decía mucho, “se murió de viejo”.
Creo que hay gente que se abandona cuando está ya cansada de vivir, que llega un momento en el que desea marchar. Tengo la impresión de que mi querido abuelo falleció cuando tuvo claro que, ya había vivido suficiente, que no deseaba más de lo mismo. Tuve la suerte de aprender de mis abuelos muchos años, siendo la vejez y la muerte las últimas lecciones que me brindaron con su ejemplo. Me fue muy revelador y educativo observar cómo llevaron sus enfermedades, su deterioro y cómo afrontaron la muerte.
Cada uno de los cuatro de una manera diferente. Los años pasan y sigo observando patrones que pude ver en ellos, en amigos, conocidos y familiares. Creo que algunas personas se mueren cuando quieren, que su falta de deseo por seguir en este mundo termina por apagar su cuerpo y su mente. Siento que llega un momento en que algunas personas quieren marchar. Lo respeto profundamente.
En mis días o momentos oscuros, intuyo que yo también tenderé a dejar de sentir interés por la vida conocida. Tengo la sospecha de que podría ocurrir relativamente pronto si no hago un trabajo deliberado por enfocar la vida, o el paso de los años, de otra manera. Si dejo de sorprenderse y de maravillarse con la vida, parece que irá perdiendo la gracia, porque todo lo que se vive se ha vivido ya antes. Eso no significa que no se disfruten los buenos momentos, ni tampoco que no se valoren.
Mi abuelo disfrutó cada uno de los momentos buenos hasta el final, pero no se apegaba a ellos, aceptaba lo que viniera sin deseo de más. Creo que ya no sentía ninguna responsabilidad ni compromiso por mantenerse en el mundo conocido.
Creo que hace falta renovarse y volver a ver la vida como un niño, de vez en cuando, para mantener la chispa vital. Si me dejo arrastrar por la corriente de la rutina y de la resignación, no sucederá, es algo que practico de manera deliberada. Tiene que haber un toque de novelería, hacer y vivir cosas distintas cada cierto tiempo.
Tiene que haber una buena dosis de optimismo (ver menos noticias malas) para afrontar el día a día. Uno tiene que tener uno o varios propósitos vitales que le ilusionen, objetivos por los que trabajar, con los que sentirse realizado. Sin sentir una carga, sino sintiéndose útil y divirtiéndose con lo que se hace. Hay que poner en valor cada momento bueno del día a día, celebrar la compañía de los seres queridos, y la salud que uno tenga.
Los buenos momentos deben celebrarse.
Hay personas muy longevas a las que sigo, algunas, personajes famosos, que están enamoradas de su profesión y que siguen trabajando más allá de los 90 años. Siguen sonriendo y emocionándose con su labor, contagiando a los demás de energía positiva.
Me parece que esa gente está en continuo aprendizaje, me parece que no se sienten viejos. Esa gente no se morirá “de vieja”, simplemente se morirá cuando su cuerpo exprima toda su capacidad biológica.