Aviso: no soy personal sanitario ni estoy cualificado para hablar de temas sanitarios. Soy ingeniero informático, pero sobre todo una persona reflexiva con mucha curiosidad por entender cómo funciona el mundo y la mente humana. El contenido de este artículo no debe usarse para tomar decisiones sobre tu salud, para ello deberías consultar a personal cualificado.


Cuando mi padre estaba entre la vida y la muerte, luchando contra el cáncer, miré montones de documentales y documentos sobre las terapias convencionales utilizadas en el sistema sanitario, así como sobre terapias alternativas. Algunos videos sobre terapias milagrosas están magistralmente montados para convencer a cualquiera, sobre todo si se está pasando por un momento vital tan duro. Llegué a creerme algunas de las cosas que vi, pese a ser una persona con buena formación y cierta capacidad crítica para discernir. Por más que pensemos que somos racionales, cuando estamos viviendo una terrible angustia o una tristeza desoladora, nos agarramos más a la fe que al raciocinio. Si el sistema sanitario no ha conseguido el resultado que nos gustaría, y especialmente si ha habido alguna negligencia o accidente en la práctica, nos sentimos engañados, traicionados, además de dolidos. Nos revelamos contra “el sistema”, “las farmacéuticas”, “los sanitarios”… es totalmente normal que recurramos a la ira como mecanismo de defensa. Alguien tiene que ser responsable de lo que ha ocurrido, alguien debería arreglarlo. Sentimos frustración, injusticia. El mundo no es un lugar justo, la vida no entiende de justicia, sin embargo, nos empeñamos en buscar un por qué a las tragedias. Buscamos culpables para encontrarle sentido a lo ocurrido. Necesitamos creer en algo o en alguien. Es aquí cuando las “terapias alternativas” tienen su oportunidad para captar seguidores. Funcionan muy parecido a como lo hacen las sectas (a veces son sectas). Algunas exponen sus argumentos de una manera tan elocuente que cuesta mucho descubrir la mentira. En este artículo me gustaría exponer algunos de los rasgos comunes que he encontrado en muchas de ellas, cómo para que pueda servir de brújula a quien lea esto, para poder discernir. Además hablaré también del sistema sanitario, de las farmacéuticas y de la ciencia.

Patrones que siguen los farsantes

Hay patrones en común que he encontrado en casi todas las “terapias y terapeutas alternativos”. Estos patrones son lo que uso para clasificar y discernir. Fíjate bien si el grupo que difunde el supuesto milagro cumple uno o varios puntos de esta lista:

  • La sustancia o el método que difunden lo cura todo: cáncer, VIH, la póleo y hasta el autismo. Esto es pura fantasía, no hay ninguna herramienta que sirva para todo. En la medicina convencional, cada sustancia o procedimiento funciona para un conjunto reducido de problemas. En otras disciplinas como la ingeniería ocurre lo mismo. Un destornillador sirve para trabajar con tornillos pero no para apretar una pieza hexagonal. Párate a pensar y verás que las soluciones universales no existen, son fantasía.

  • La sustancia o método funciona el 100% de los casos. Esto es otra fantasía; debe haber excepciones que confirmen la regla. En medicina convencional siempre hay un grupo de personas con las que el tratamiento no funciona o tiene efectos adversos. Hay remedios naturales basados en plantas que a unas personas le funcionan de maravilla y a otras no. No hay nada que sea infalible siempre, en el 100% de los casos, es pura fantasía (también es señal de tener el ego inflado por las nubes).

  • Los farsantes se expresan de manera que parecen estar en posesión de la verdad absoluta, no muestran duda de nada en ningún momento, son categóricos en sus opiniones.

  • En seguida mezclan su remedio milagroso con la política u otras áreas de conocimiento que no tienen nada que ver. No solamente saben de “medicina”, sino también de macroeconomía, política internacional, telecomunicaciones… no les ves ni un poquito de humildad genuina.

  • Siempre se lucha contra un enemigo malvado, una conspiración. No les basta con exponer los beneficios de la sustancia o del método, sino que en la escena hay que añadir a un villano maligno con grandes poderes, que quiere impedir que esta terapia se conozca. Si el mundo conociera este milagro, el maligno sería derrocado y todo el mundo sería feliz. Pocas cosas unen más a un grupo de personas que un enemigo común. Este elemento de la narrativa es altamente polarizante, tiene el efecto de radicalizar a los seguidores y aumentar su fe en el milagro. “Los malos” que controlan el mundo no tienen suficiente dinero ya, sino que quieren más y más dinero, más poder.

  • Se quejan de que se les persigue y de que nadie “del sistema” quiere sentarse a hablar pacífica y abiertamente con ellos. Recurren a canales de Telegram, sitios webs poco conocidos o la dark web. Dicen estar abiertos al diálogo con las autoridades sanitarias y ser víctimas de la censura. Es cierto que plataformas como YouTube o Facebook les censura con facilidad. Soy de la opinión de que las grandes tecnológicas y los medios no deberían censurar tan a la ligera como lo hacen, porque esto les da más fuerza, en verdad. La censura no me parece la herramienta adecuada para frenar las farsas. Lo que he podido comprobar en mis experimentos es que estos grupos son los primeros en censurar y atacar a cualquiera que se atreva a mostrar una opinión contraria. Si quieres hacer la prueba, no tienes más que discrepar en uno de esos grupos de Telegram: de manera educada, prueba a decir que te parece confuso o falso algo que han dicho, o prueba a decir que has probado la terapia y no te ha funcionado. Muestra discrepancia de manera educada y verás que tardarán muy poco en expulsarte del grupo, borrar tu texto y posiblemente insultarte y amenazarte.

  • Explican las cosas de manera que parece científica, usando palabras técnicas de biología, química o física, que la mayoría de la gente no comprende. Suele exponer algunos hechos que son reales, como ciertas reacciones químicas, de manera que si buscas en internet parece que hay algo de verdad. Dan explicaciones que parecen lógicas, hablan de causa y efecto. Los mecanismos que explican parecen ser muy obvios, reducen problemas muy complejos a causas muy simples. Enfermedades que son muy complejas y multifactoriales, quedan reducidas a explicaciones que un niño puede entender.

  • Sus explicaciones dejan de parecer tan coherentes cuando pensamos en aplicar la sustancia o método en animales o bebés. Además, no hay contrainidicaciones de la sustancia o método para nadie, valen para embarazadas, lactantes, cachorros,… Esto es otra fantasía, si fuera real habría escenarios descritos en los que no debería usarse la sustancia.

  • Desacreditan a todos los métodos que no son el suyo, a menudo con insultos. Todo es parte de la conspiración que no quiere que su milagro se conozca. Hacen ver que el método convencional tiene una base radicalmente equivocada, que es una locura sin sentido. En ningún momento reconocen nada bueno del tratamiento convencional, ni de los terapeutas acreditados, no se les reconoce absolutamente nada bueno.

  • La mayoría son muy cutres usando la tecnología, no se manejan bien con la videoconferencia, los videos que hacen son de poca calidad… A menudo se nota que es gente con poca cultura. A veces la cara de locos que tienen ya les delata. Cuidado que no siempre es así; los farsantes que tienen don de palabra y medios para hacer videos de calidad profesional son especialmente peligrosos. Esos que son capaces de llenar un teatro para dar una conferencia, son los más dañinos. Fíjate que en sus discursos la actitud es manipulativa y firme, carismática. Animan a sus audiencia a militar, difundir y captar. Sus discursos se pueden comparar con los de Hitler o cualquier otro dictador. Dicen que no quieren dinero ni fama, pero se lucran con sus charlas y su remedios milagrosos. Cobran la entrada para cada charla que hacen en vivo.

  • Aquellos que de verdad tienen alguna titulación reglada, los que tienen titulación universitaria, la usan como seña de autoridad para que sus argumentos tomen más fuerza, aunque sus estudios tengan poca o ninguna relación con la materia. Por ejemplo, alguien que sabe de veterinaria habla de virología en humanos. Hace valor sus estudios, su plaza universitaria o algún galardón del pasado, para ganar credibilidad, aunque el campo sea completamente diferente. No te fíes de quien esgrime el argumento de autoridad.

  • Si buscas a los cabezas del movimiento en internet encontrarás muchos sitios que hablan de sus estafas o como mínimo de su falta de modales y su cara dura. En muchos sitios webs diferentes, no solamente en aquellos gestionados por grandes tecnológicas o medios de comunicación.

¿Por qué lo hacen?

No hay nadie más convincente para contar una mentira que aquel que se la cree ciegamente. Típicamente el número dos de las sectas y de otros grupos dogmáticos, es una persona plenamente convencida en la doctrina de su líder. La cree y la vive como verdad absoluta. El líder o cabecilla del movimiento es quien manipula a su antojo a los demás. Sus motivaciones suelen tener que ver con el ego, con la necesidad de destacar y de ganar reconocimiento. Es común encontrar personas que han sido expulsadas de su trabajo, a quienes incluso se ha retirado su licencia profesional. Están sedientas de protagonismo, son personas megalomaníacas y frustradas. También pueden ser carotas, que hacen dinero fácil a costa de los demás. Les encanta estar rodeados de seguidores que les veneran. Hay gente que no tiene talento, capacidad, ni actitud para destacar, así que hacen trampas para alcanzar el éxito. Los trepas son gente torpe, en realidad.

Hay otro grupo de personas que han sido auténticas víctimas; de neglicencias, de abusos, de maltrato… buscan un lugar donde refugiarse y sentirse parte de un grupo. Cuando les acogen, se sienten parte de algo que les da fuerza para afrontar la vida. Los humanos tenemos una fuerte necesidad de sentirnos apreciados y reconocidos dentro de un grupo. Difundir el milagro les hace sentir útiles en la sociedad. Somos seres sociales, todo esto son necesidades básicas de cualquier humano, es pura psicología. Lo necesito yo y lo necesitas tú.

Luego hay gente que no es víctima, pero se siente víctima. Esas personas para las que es más fácil culpar a los demás, culpar al mundo, que tomar las riendas de su propia vida y sentirse corresponsable de su éxito o fracaso. Aquí está el grupo de los rebeldes sin causa, los que gustan de auto-clasificarse como antisistema. Gente que dice que no cree en nada y que está deseando que cambie el status quo de manera que se vean favorecidos (sin poner nada de su parte, claro).

Hay un sin fin de razones para militar en estos grupos y nadie está libre de caer en ello, por más que uno se crea inteligente o formado. Veo muchísimo mérito en las personas que, habiendo pasado por esta etapa, se dan cuenta de que no era el camino y tienen la capacidad de cambiar de opinión. Cambiar de opinión es sano y de sabios.

“El sistema”

¿A qué llamamos “el sistema”? Pareciera un ente homogéneo cohesivo, sin embargo, en realidad el mundo es un lugar tremendamente caótico. De hecho nuestra principal amenaza como especie es que no somos capaces de ponernos de acuerdo para vivir de una forma sostenible.

Quisiera empezar haciendo una separación entre ciencia, sanidad, gobiernos e industria. Cuatro cosas de las que se suele hablar como si fueran una sola, pero que no lo son. El personal sanitario no son científicos. Un médico prescribe los medicamentos que las autoridades sanitarias le dicen que prescriba. Los gobiernos son bastante ineficientes en muchos aspectos (la gestión que han hecho de la pandemia ha sido bastante lamentable). Las autoridades trabajan con las farmacéuticas, que tampoco son la ciencia, son empresas.

Se supone que utilizan la ciencia (esta entrevista de Lex Friedman a John Abramson es espeluznante), pero son los primeros que además de medicamentos, venden todo tipo de productos que no sirven para nada. Hacen negocio de cualquier cosa. Las farmacéuticas tienen conflictos de intereses muy grandes. Hasta hace pocos años, los visitadores médicos (comerciales de las farmacéuticas) pagaban viajes de lujo a los médicos para que recetaran sus productos. Así batían un record de ventas tras otro. Esta práctica se prohibió hace pocos años, pero era legal y conocida por todos. El conflicto de las farmacéuticas es que deben de ser rentables para sus inversores. Realizar un estudio para sacar un nuevo fármaco, cuesta muchos millones de dólares. Las empresas no tienen ningún interés en investigar un remedio natural que cuesta cero euros fabricar y que no pueden patentar, sobre todo si luego el uso del medicamento no es crónico. Así sucede con las sustancias psicodélicas como la psilocibina, que llevando décadas descubierta y probada en entornos regulados, todavía no está legalmente disponible como medicamento. Investigar en eso sería como donar al mundo muchos millones de dólares, cosa que algunas grandes se pueden permitir, pero que la mayoría de pequeños laboratorios o universidades no pueden. Bajo mi punto de vista, no es que las empresas farmacéuticas sean malignas y nos quieran envenenar a todos. Lo que sucede es que carecen de interés para realizar ciertas investigaciones que sí deberían hacerse. Se centran en lo que más les renta, en las sustancias patentables para pacientes crónicos. Si encuentran una cura patentable para una enfermedad que afecta a millones de personas, van a hacer lo posible por ponerla cuanto antes en el mercado, porque eso supone una fortuna escandalosa para ellos. Dicho todo esto, quiero reconocer que gracias al negocio farmacéutico se han descubierto medicamentos que han ayudado a curar a muchos millones de personas, o que han mejorado su calidad de vida y la han prolongado. Gracias a la iniciativa privada tenemos grandes avances a nuestra disposición, que la iniciativa pública difícilmente hubiera encontrado. Pienso que aportan muchas más cosas buenas que malas. Creo que hay que cambiar o ajustar unas cuantas cosas, pero, así y todo, quiero pensar que el balance es muy positivo.

Por otro lado, el sistema sanitario está especializado en la enfermedad, pero no en la salud. Los médicos saben mucho sobre enfermedad, pero luego no saben de nutrición, de deporte o de meditación, es decir, no saben mucho de salud. Desde luego no desde un punto de vista integral. Todavía hay médicos que recetan una copa de vino para el corazón, aun cuando el alcohol es veneno, se mire como se mire. Tenemos un sistema sanitario que gira entorno a la enfermedad, en vez de a la salud. Creo que en parte es porque la gente prefiere ir a que le receten una pastilla, mejor que hacer deporte, comer y dormir bien. Todos somos corresponsables del sistema que tenemos, los “antisistema” también. He conocido a personas que tenían un miedo atroz a la vacuna, pero que fuman y beben alcohol; el cigarrito y la cervecita no les dan miedo. Ojo, entiendo que tengan miedo a la vacuna y respeto que decidan no ponérsela, igual que respeto a quien decide ponérsela. Lo que es incoherente es fumar y beber sin miedo a las consecuencias. Si no hacemos las cosas con coherencia no podemos tener un sistema que sea coherente, tenemos un sistema que se adapta a nuestra pereza, nuestra falta de educación y nuestros caprichos.

Dicho todo esto, me gustaría aclarar que el método científico funciona al margen de gobiernos y de farmacéuticas. Los grandes avances científicos y tecnológicos de los últimos siglos se deben a que, mediante la observación y el estudio riguroso, hemos encontrado sustancias y protocolos replicables, que funcionan. No me cabe ninguna duda de que el paracetamol quita la fiebre y de que ciertas vacunas salvan vidas. Si bien es cierto que lanzar al mercado un nuevo medicamento solo está al alcance de grandes fortunas, también es cierto que tenemos pequeños centros de investigación del estado, como las universidades, que estudian por el mero interés de ser útiles a la humanidad. Hay miles de científicas y científicos jóvenes deseando de encontrar nuevas herramientas que nos permitan progresar, tener mejor salud o curar. Todos estos pequeños centros de investigación no pueden estar manipulados ni controlados por un ente maligno sobrenatural. Continuamente se publican nuevos hallazgos científicos muy esperanzadores en diversos ámbitos. Otra cosa es que luego lleguen al mercado, ahí tenemos la burocracia y el politiqueo en medio. Lo que quiero decir es que, si la sustancia milagrosa de las “terapias alternativas” fuera de verdad un remedio, para alguna de las mil cosas que dicen que vale, habría gente noble en nuestras universidades que lo habría demostrado y publicado. El método científico demuestra lo que sirve y lo que no, es de las mejores herramientas que hemos encontrado como humanidad. Si alguien lo demuestra científicamente lo va a compartir con los demás, sin lugar a dudas.

Ahora bien, la ciencia tiene sus límites y a día de hoy no lo puede explicar todo. Hay personas con un enfoque dogmático hacia la ciencia, que niegan la existencia o la posibilidad de cualquier cosa que no se haya demostrado en un laboratorio. Sin embargo, la ciencia está en continua evolución. Allá donde la ciencia no ofrece respuestas o resultados, existen otras herramientas que a algunas personas les funcionan. Me parece bien que cada cual crea o haga aquello que le funcione. No veo ningún problema en tomar un zumo de limón para mejorar la salud si tienes la fuerte creencia de que te va a ayudar. El placebo funciona y tienen un increíble poder sanador. El problema lo veo cuando existe un remedio probado por la ciencia y dejas de usarlo, para tomar solamente zumo de limón. También veo problema cuando la sustancia milagrosa es tóxica. El zumo de limón no te hará daño, así te tomes 5 litros al día, pero hay sustancias “milagrosas” que venden por ahí, que te pueden causar enfermedades graves. Yo no me tomaría nada que pueda dañar mi salud.

Para mí el escenario más complicado de todos es, cuando existe un protocolo médico que incluye medicamentos producidos por las farmacéuticas, aprobado por las autoridades sanitarias, que funciona en un porcentaje pequeño de los casos y que tiene consecuencias nefastas en muchos otros. Hay ciertos tipos de cáncer donde la probabilidad de curarse es muy baja y aún así proceden con quimioterapia y radioterapia, acelerando la llegada de la muerte y sometiendo la paciente a un auténtico infierno. No entiendo bien por qué toman ese camino cuando la estadística está claramente en contra. Creo que los protocolos son demasiado genéricos, están pensados para una mayoría. Seguramente sería más eficaz y apropiado personalizarlos, pero aún nos queda camino para eso. Hay otros casos en que la aplicación de un protocolo funciona para mucha gente que está en medio de la campana de Gauss poblacional, pero pueden ser nefastos para otras personas. En las últimas décadas, ha habido medicamentos que han causado graves daños la población, por ejemplo, en embarazadas y en bebés, que han terminado siendo retirados del mercado. De hecho, hay fármacos retirándose del mercado constantemente. Los errores ocurren y a veces no se reconocen hasta que muchas personas los denuncian. Desgraciadamente hay muchos conflictos de interés y muchas ineficencias en las instituciones. Yo no me fiaría ciegamente de cualquier medicamento nuevo que salga al mercado, aunque lo consideraría seriamente si fuera la última esperanza para salvar mi vida.

Entonces, ¿a dónde quieres ir a parar? Pues verás, creo que cada cual debe intentar forjarse su propio criterio; estudiando, investigando, leyendo, sabiendo identificar a los mentirosos y farsantes, así como conociendo los avances científicos y reconociendo los posibles conflictos de interés. No hay solución fácil ni universal. No la hay para entender el mundo, ni la hay para sanar todas las enfermedades. Procuro no darle consejos sobre salud a nadie, salvo que me los pida. Procuro no decirle a nadie lo que tiene que hacer con su vida; ni que se vacune, ni que no se vacune. Prefiero que cada cual haga lo que piense que es mejor para él o ella y respeto su decisión, sobre todo cuanto más libre sea tal decisión. Ojalá que no decida por miedo. Ojalá nos respetásemos más unos a otros.

¿Qué haría si me diagnosticasen un cáncer? Pues en realidad no lo sé, por más que lo piense ahora, seguramente mi decisión sería diferente si de verdad me viera en la situación, con el miedo y la angustia que conllevaría. Desde mi posición de persona sana actual, creo que invertiría todo mi dinero en visitar a los mejores especialistas a nivel mundial, 3, 4 o 5, si el dinero y el tiempo lo permitieran. No me quedaría con la opinión o el diagnóstico del primer médico en mi ciudad. Iría a los mejores centros a nivel mundial que pudiera pagar. Buscaría lo que hay en común entre los diferentes diagnósticos y tratamientos que me propusieran. Me fijaría en las incongruencias o discordancias de los discursos de los sanitarios. Investigaría qué porcentaje de éxito tienen los tratamientos propuestos. Leería todos los documentos científicos que pudiera conseguir (papers) sobre los tratamientos. Si le porcentaje de pacientes curados fuese alto, y tanto el diagnóstico como las soluciones propuestas convergieran, entonces llevaría adelante el protocolo en el centro con mejor reputación. Por otro lado, si la mayoría coincidiera en que las posibilidades de salvarme fueran muy escasas, y el tratamiento fuera un infierno, es posible que ni lo empezara, sino que probase alternativas que fuesen agradables (y baratas). Si las opiniones fueran muy dispares, me lo pondrían muy difícil y quizá probase con el tratamiento para ver qué tal es la respuesta de mi cuerpo. Trataría de orientarme por la respuesta de mi cuerpo. Después de haber visto a familiares y amigos atravesar auténticos infiernos, con la quimio o la radio, cuyo desenlace fue la muerte, no creo que me sometiese al mismo calvario hasta terminar con mi vida. Todo esto no es más que una suposición en realidad. El cáncer es una enfermedad despiadada cuyo origen no sabemos explicar en la mayoría de los casos y que nadie se merece padecer. Todas esas teorías, que dicen que la gente se busca la enfermedad con sus pensamientos negativos y sus miedos, me parece terriblemente crueles, porque a una persona que está pasando ese tormento, encima le dicen que es culpa suya. Me parece inhumano decirle eso a la gente y desde luego me parece indecente recomendarles tratamientos, sean convencionales o “alternativos”. Yo no soy quien para juzgar a una persona enferma ni tengo cualificación para decirle lo que tiene que hacer con su enfermedad. Dar consejos a quien no los pide es de necios.

La medicina que todo el mundo está de acuerdo que funciona es caminar, moverse, hacer deporte, comer sano, dormir bien, tener buenas relaciones sociales y mantener unos niveles de estrés bajos. La mayoría de la población no da ninguna importancia a este tipo de medicina.

Desde aquí envío un fuerte abrazo a todas esas personas que han perdido a un ser querido a causa de una enfermedad que nadie pudo curar, o que están ahora atravesando por ese camino. Quiero pensar que todo lo malo que nos pasa tiene algo de positivo, alguna lección vital que podemos aprender con ello. De una manera o de otra, la muerte es inevitable, nos espera a todos y también tenemos que aprender a aceptarla.