Dieta de dopamina
Recuerdo cuando teníamos blogs y con los agregadores de RSS podíamos escoger leer los que nos gustaban. Los RSS se han muerto con plataformas como Twitter. Ahora en vez de ser tú quien selecciona lo que quiere ver, los algoritmos de las redes sociales te “sugieren” lo que está bien que leas. El cambio parece sutil pero es profundo. Cuando usábamos lectores RSS no teníamos el problema del scroll infinito infernal. Tampoco existían los “likes”. Este funcionamiento del scroll sin fin, engancha y me produce sensación de insatisfacción porque no se termina y no sabes muy bien si te estás dejando algo “interesante” sin ver. Las redes sociales están diseñadas para disparar la dopamina en nuestros cerebros, tal como se cuenta en documentales como The Social Dilemma. Esto aplica a todas, LinkedIn, Facebook, Instagram, TikTok, etc etc. Los chutes continuos de dopamina hacen que luego nos cueste realizar tareas difíciles que requieren concentración. Puedes encontrar ya mucha información en Youtube y en libros sobre las dietas de dopamina y por qué son recomendables para podernos centrar en trabajos que requieren concentración.
Creo que es especialmente preocupante la situación de los jóvenes que han crecido ya con estas dosis constantes de dopamina porque no pueden comparar con otro estilo de vida. Los que nos criamos sin internet sí podemos comparar con otra época (mi primer contacto con internet fue a los 18 años y era un internet muy primitivo, no había redes sociales ni tampoco existía Google. Las conexiones iban muy lentas y no había smartphones, solo podías conectarte desde casa).
La red más adictiva para mí era Twitter porque se coló en mi vida con la excusa de que laboralmente es positiva, que hace falta para estar al día de lo que ocurre en el sector. No me gusta tener ninguna adicción. Las veces que me he dado cuenta de que tenía adicción a algo, lo he abandonado por completo porque no me gusta ser dependiente de nada. Esto mismo he hecho con Twitter, lo he dejado de mirar por completo. He hecho “unfollow” de todo el mundo para dejar de manifiesto que ya no lo leo.
En el smartphone también he escondido lo más posible las aplicaciones de correo electrónico como para no poderlo mirar en automático, para que me cueste más abrirlas, ya que se había convertido en una especie de tic nervioso. Ahora solo lo utilizo si tengo que enviar un mensaje urgente y no para mirar la bandeja de entrada cada media hora. He quitado todas las notificaciones del teléfono. La sensación es fantástica, se va pareciendo a la época de adolescente cuando no tenía internet. Es una sensación de libertad y de reducción del estrés, de pasar de modo reactivo permanente a modo creativo proactivo. Mi mente necesita tranquilidad y menos dopamina para que las buenas ideas vengan y pueda acceder al proceso mental de flow que me permite escribir, diseñar e incluso tener conversaciones de calidad. Al final del día lo que me hace sentir bien es haber sacado trabajo adelante, haber producido algo. Los días que se me iban entre reuniones, emails, mensajes de slack/telegram/whatsapp y antes además los mensajes en redes sociales, me dejaban muy mala sensación, de estar perdiendo el tiempo y no haciendo un buen trabajo. Para sacarle partido a las reuniones por ejemplo, necesito disponer de un tiempo después para reflexionar sobre lo hablado, sacar conclusiones y escribir sobre ello. Esto no ocurre si me paso el día entero en modo reactivo. La prueba de estar en modo reactivo en los últimos años es que estaba escribiendo muy poco en mi blog, pese a ser algo que siempre me ha aportado muchísimo. Escribir para mí, para aclarar y cristalizar mis ideas.
El problema de Twitter
No sé tener conversaciones profundas/interesantes por Twitter por la limitación de caracteres y porque están abiertas a todo el mundo. Es como ir a La Puerta del Sol y ponerme a pegar voces, con frases sueltas sobre un tema que me interese, esperando entablar una conversación enriquecedora con la gente que pase por allí. Al menos yo no he sabido hacerlo. También es cierto que soy introvertido, me siento más cómodo y más enérgico en las conversaciones con reducido número de personas. Para personas extrovertidas que cargan sus baterías hablando en círculos grandes de gente, la historia seguramente es diferente.
La mayor parte de lo que se puede leer por Twitter es irrelevante para los demás, es pura queja, troleo o pensamientos a medio cocinar. Lo usamos para decir estupideces creyendo que somos muy listos, a veces con formas y actitudes que no tendríamos cara a cara, en persona. Actitudes que en realidad nos perjudican (más de lo que la gente piensa) por la mala imagen que damos. Que nos distancian de los demás en vez de acercarnos. A veces ponemos cualquier tontería que se nos acaba de pasar por la cabeza como si no la viera nadie y no fuera a quedar grabada. Otras veces vamos al extremo opuesto y dedicamos demasiado tiempo pensando en cómo queremos que nos vean a través de las redes sociales, invirtiendo mucho más de lo que vamos a retornar.
Tampoco me proporciona una experiencia social satisfactoria, no me acerca verdaderamente a mis amigos. Al contrario, nos ha terminado por poner en un compromiso, ya que los amigos pueden llegar a esperar que leas todo lo que ponen y se pueden llegar a molestar si se te han pasado sus tweets, como si fuera una falta de lealtad. A veces me veía en el compromiso de responder cuando me citaban en hilos de discusión o hacían comentarios sobre algún material que había publicado (podcast, artículos…).
Para socializar con los que están lejos, encuentro mucho mejor hablar por teléfono o videoconferencia y tener conversaciones privadas o en grupos pequeños. La realidad es que yo no soy capaz de tener una relación cercana y enriquecedora con miles de personas, como te hacen creer las redes sociales. No es verdad que puedas tener cientos de amigos o por lo menos que puedas cuidar de ellos.
En cuanto a progresar profesionalmente, a formarme, tengo una lista de más de 100 libros de calidad pendientes de leer. Contenido cuidadosamente pensado y trabajado por personas experimentadas en su campo. Si no tuviera todos estos libros que leer y todos esos fabulosos podcast que escuchar, recurriría a Twitter para formarme. Las redes sociales no son el lugar al que acudir para formarte, aunque si no tienes ni idea de lo que quieres aprender, si todavía no tienes esa lista de libros, cursos y otros materiales, puede ayudarte a descubrir qué personas están creando el contenido que te interesa. Si las usas con este objetivo, no necesitas mirarlas todos los días.
Lo peor de todo es que no somos dueños de nuestros datos. Estamos vendidos. La conexión con los demás depende de los algoritmos, el timeline es el que nos quieren mostrar. Si dependo al 100% de Twitter para difundir los contenidos que publico (por ejemplo mis podcasts) y mañana deciden cerrar mi cuenta por cualquier motivo, de repente desaparezco de internet. También podría pasar si hackean mi cuenta. Pierdo la conexión con todas las personas que consumen mis contenidos. Esto le ha pasado a personas como Jordan B. Peterson que un día vieron como de repente su cuenta de Youtube estaba eliminada, o por lo menos así se cuenta en el documental The Creepy Line. A mi amigo Adriá Fontcuberta le pasó hace algún tiempo con su cuenta de Twitter.
Antiguamente los comentarios de un post en mi blog quedaban en mi blog. Si aterrizabas en un artículo tenías allí los comentarios de otras personas y estos enriquecían mucho la publicación original. Ahora cuando publico en un artículo o un podcast y lo anuncio en Twitter, los comentarios de la gente se hacen en Twitter y dejan de enriquecer el post original. Esos valiosos datos que son el feedback, los comentarios, quedan bajo la propiedad de las redes sociales. Con el paso del tiempo se pierden en un mar de datos. Los autores de los contenidos no tenemos forma de gestionar ese feedback, directamente nos vemos obligados a participar en las redes sociales para responder al mismo.
En cuanto a hacer marca personal, que tengas más seguidores en Twitter o menos no tiene gran importancia, tienes más seguidores cuanto más tiempo inviertes en las redes sociales y más contenidos pones, aunque no sean de calidad. Si son sandeces, críticas destructivas y vulgaridades ganas muchos seguidores. Esto no mejora tu marca personal. La marca personal se hace desde tu propio dominio, tu propio sitio web, publicando contenido de calidad que luego puedes exportar a Twitter y otras redes como RSS. Webinarios, presentaciones en congresos/conferencias, cursos/talleres, mesas redondas… esta es la forma de hacer marca personal que yo prefiero.
Las redes sociales me parecen un entretenimiento como otro cualquiera. Pueden estar muy bien para reírte un rato. Puedes consumirlas para pasar un rato divertido, pero no es imprescindible que estés en ellas para mejorar profesionalmente. Progresarás más profesionalmente si dedicas ese tiempo a estudiar buenos libros.
El uso que le quiero dar a las redes sociales
Por el momento he dejado totalmente de usar Twitter. Dieta estricta de dopamina. Anteriormente cerré mi cuenta de Facebook a comienzos de la pandemia, en marzo o abril de 2020. El uso de Instagram lo he restringido para seguir solo a los amigos más cercanos y enterarme mejor de las conversaciones que luego ocurren cuando nos vemos en persona. Abro Instagram cada X días. Estoy cansado de que las apps como Instagram escuchen las conversaciones que tenemos en voz alta, sin pedir permiso.
Estoy animando a las personas que quieren estar al tanto de mis publicaciones a suscribirse a mi newsletter que no es otra cosa que un feed con contenido curado. Bien pensado y planificado. A veces obsequio a los lectores con contenido exclusivo y descuentos. Luego estoy usando la cuenta de Twitter de Lean Mind como feed para algunos de mis contenidos, para aquellas personas que prefieren usar esta plataforma como RSS.
En el futuro habrá alguien que se encargará de mi cuenta “personal” de Twitter y la usaremos únicamente como otro canal más de sindicación de contenidos, para quienes prefieren esta red social para “mantenerse informados”.
Para terminar, me gustaría recomendar también el documental The Great Hack, donde se habla de la manipulación de la sociedad mediante las redes sociales.
Utilizar las redes sociales en su justa medida y de forma deliberada, no significa aislarse del mundo. Es abrir la puerta a nuevas formas de emplear el tiempo que antes perdíamos haciendo scroll hasta el infinito, esperando “gustar” a nuestros “seguidores”. No le estoy diciendo a los demás que dejen de usarlas como yo he decidido hacer yo por ahora, sino que se pueden usar con moderación, compartiendo el contenido que nos gusta o aporta sin pretender nada más. Hace pocos años no existían y eramos más sociales, más productivos y seguramente más felices.